septiembre 8, 2020
El 64

Hace 2 meses por motivos laborales tuve que cambiar mi ciudad, Barcelona, por Madrid. Allí cada día iba al trabajo en el 64, soñoliento. Dos paradas después, puntual, siempre subía ella como un milagro. En ese autobús, sin decirnos nunca una palabra, se sentaba unos asientos más allá. No llegué a saber su nombre pero era una sanísima costumbre verla subir cada día y soñar con que alguna vez hablaríamos hasta que llegara mi parada y así cada día. Me arrepiento de no haberlo hecho. Casualmente en Madrid también voy al trabajo en el 64 y aún pienso en si le hubiera dicho algo… Y aquí estoy, jodido en el 64, camino del trabajo, con la cabeza en el cristal pensando en… ¿Eh? Espera. Vaya, cómo se parece a ella esa mujer que acaba entrar. Dios, se parece tanto… ¿Será ella? No me lo puedo creer. Es… Sí, sí… Joder, tengo que decirle algo. Tiemblo. Me levanto y el mundo se pone en pie mientras camino hacia su asiento.

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